Corría sin rumbo prediendose por las calles de aquella ciudad desconocida. Las gotas de lluvía escondían sus lágrimas. El frio helaba los pedazos de su corazón hecho añicos impidiendo que los trozos que quedaban de él se desprendieran de su cuerpo. Un hombre de rojo que, obscecado por el dolor que corría por su cuerpo, él no vió. El agua corriendo bajo sus pies arrastrando los recuerdos de lo que fue. Él seguía corriendo desenfrenado, intentando huir.
El hombre de rojo seguía ahí, inamovible, peligrosamente quieto. El cruzó y no vió las luces acercarse. Un chocque frontal y él dejó de huir-
Ruidos en la calle que el ya no podóa escuchar. La quietud se apoderó de él y por fin dejó de huir. Por fin estaba en paz.
Que cosas se le ocurren a uno mientras está cruzando un semáforo...
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2 comentarios:
Una forma muy personal y con su punto enigmático de relatar un atropello. En uno de tus últimos comentarios a mi blog tirabas un poco de refranero con lo de "lo bueno si breve, dos veces bueno". Hoy te devuelvo el refrán.
Muchos besos.
...y de repente chocaste tú mismo con la realidad que no era otra más que la de sosegarte, seguir con los pies en el suelo y empezar a pensar en lo que estabas haciendo... mucho me temo que la historia continuará,bss
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